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junio 21, 2019
Toy Story 4, ¿Woody al borde de los antidepresivos?
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Con Toy Story (1995), John Lasseter no solo hizo la primera película de animación generada totalmente por ordenador. Lo más importante fue el guion: abrió la puerta de la secreta intimidad del juego infantil sin metáforas accesorias. Niños y adultos nos sentimos cómplices de la conversación entre juguetes que todos hemos recreado alguna vez. Plasmó esa relación inolvidable con una muñeca o un camión, un primer amor que Pixar ha desarrollado con perspectiva las diferentes épocas de la vida y que con Toy Story 4, llega a la adultez total. Woody siempre ha sido el líder de la familia y ahora, se enfrenta al duelo del nido vacío.

Woody eres tú. Una madre o un padre que se tiene que desapegar definitivamente y dejar a los hijos volar. Un palo en toda regla que no se limita a la familia, sino a la vida misma. Toy Story 4 culmina el patrón del esquema vital occidental. Llega el momento definitivo de soltar amarras. Es fácil identificarse con Woody. Están tan triste y confuso, que parece estar listo para hacer terapia y empezar con los antidepresivos. Sin duda, es una interesante línea argumental que lógicamente Pixar deja colgando ahí. Mientras tanto, los niños de verdad siguen fascinados la frenética aventura de Forky, un tenedor de plástico que la niña Connie construye en su primer día de guardería, zafándose de Woody que se empeña en meterse en su mochila para cuidarla.

Uno de los mayores placeres que brindan las películas de animación es su complejidad argumental. Toy Story 4 nos habla de la iniciación, del grupo, del miedo a la pérdida, pero se deja en el tintero muchos temas claves de los niños del siglo XXI. No se atreve ni siquiera a enseñar un teléfono móvil – competidor letal de los juguetes tradicionales- y tampoco aborda la responsabilidad colectiva por el consumismo desmesurado que hace los niños no tengan tiempo para quedarse con un juguete más allá de una temporada.

Toy Story 4 es otra brillante película de Pixar, maestros en combinar la pirueta y la tesis. Pero en esta ocasión, más allá de sacar de la chistera temas de calado, la película no consigue aportar nada nuevo. Es un capítulo más en la vida de Woody, un héroe americano que sigue soltando doctrina militar –“no dejamos a juguetes abandonados”- a la vez que acepta la derrota de vida con dignidad. Si siguen por este camino, Toy Story 5 será una de Bergman.