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diciembre 26, 2019
Mujercitas. Modosas y Mercenarias
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diciembre
2019

Greta Gerwig ha estado en misa y repicando. El resultado es muy decepcionante. Su Mujercitas se ha quedado en una timorata revisión del clásico feminista de Louisa May Ascott, que la directora de la refrescante Lady Bird (2017) ni ha conseguido actualizar ni darle impronta personal. Gerwig ha sentido vértigo y no se ha desprendido del tufillo pacato de las adaptaciones previas de Hollywood. La primera hora de la película es un tostón aburrido y meloso, y solo levanta cabeza al final, cuando el personaje de Jo March (Saoirse Ronan) se pone en la piel de la propia autora y muestra las limitaciones y concesiones literarias que tuvo que hacer Ascott para que su novela viera la luz en 1868. «Para que publique sus relatos, la protagonista debe morir o casarse», le dice su editor, poniendo en contexto las limitaciones de las mujeres del XIX, que resuenan dolorosamente actuales. Su enfoque es interesante, pero aparece tarde y de forma vergonzante.

Mujercitas de Greta Gerwig nace vieja

Mujercitas es un texto que viene lastrado por la popularidad de las adaptaciones cinematográficas que han reforzado la imagen de las mujeres como seres fuertes e inteligentes, pero nacidas para el sacrificio y dispuestas a aceptarlo. En esa ausencia de rebelión está el problema de Gerwig, que se ha esforzado en recuperar los diálogos originales de Ascott en los que las hermanas March ponen sobre el tapete el mercantilismo del matrimonio, pero con mucho cuidado de no ser acusada de feminista ante el gran público. La semana pasada hacíamos la misma crítica a El Ascenso de Skywalker, donde los villanos representan el mal absoluto evitando las posibles identificaciones políticas actuales. Con el feminismo no hay medias tintas. Por eso, la tibieza de Gerwig hace que su película no encuentre puente con el presente y se haya quedado en tierra de nadie.

Nadie niega el riesgo que supone hacer una nueva versión de una novela tan clavada en el imaginario americano. De ahí el aroma mercenario de la propuesta, que se basa en contratar a las actrices jóvenes de más tirón en el mercado anglosajón como son Saoirse Ronan, Emma Watson, Florence Plugh y al melifluo Thimothée Chalamet para atraer a las nuevas generaciones y venderles un feminismo rancio y victimista.

Han pasado dos años desde la explosión del movimiento Me Too. La industria de Hollywood ha intentado absorber la protesta dando migajas a algunas directoras para quitarse el sambenito de machista. Sin embargo, el alzamiento feminista no cesa y la crítica de género no comulga con ruedas de molino.