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agosto 24, 2020
La Muerte de Guillem Agulló vista por su generación
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agosto
2020

Guillem Agulló, el joven valenciano que fue asesinado en 1993 por un grupo de extrema derecha, si viviera ahora tendría 46 años. Estos días se presenta en el festival de Málaga La Mort de  Guillem del director barcelonés Carlos Marqués- Marcet de 38. Es una obra de docu-ficción en la que trenza imágenes reales de los telediarios de la época con la reconstrucción de la tragedia familiar y la lucha judicial. Un juicio que acabó en una condena irrisoria para su asesino, Pedro Cuevas, que solo cumplió 4 años de cárcel.

La Mort de Guillem

La Mort de Guillem es una película excelente por su enfoque, sobriedad y el inmenso trabajo de los principales protagonistas Pablo Molinero (La Peste) y Glòria March,  que interpretan a los padres del joven activista durante 3 años, desde su asesinato hasta la sentencia del juicio. Marqués-Marcet se aproxima al caso Guillem, que ha sido y sigue siendo bandera del antifascismo, desde una perspectiva parecida a la que Fernando Aramburu hace en su novela Patria.

La familia de Guillem no sólo sufrió su asesinato y una sentencia injusta, sino que además, su hijo fue criminalizado por el sistema judicial y los aledaños del poder político. La familia Agulló durante muchos años recibió insultos y amenazas por parte de grupos neonazis. También padecieron el desapego por parte de los miedosos que no querían significarse frente al PP valenciano gobernado en esos años por Zaplana. Es una perspectiva y una puesta en escena tan humana y conmovedora que se resiste a la manipulación, y de ahí el calado de la obra.

En 2014, marques Marcet hizo su aparición estelar en el Festival de Málaga, ganando la Biznaga de Oro con el drama millennial de separación, 10.000 Kilómetros. El año pasado repitió palmarés con la agridulce Los Días que Vendrán, una descarnada reflexión de la llegada de un bebé a la vida de unos treinteañeros urbanos. El cine de Marqués-Marcet se ha ido oscureciendo. Su mirada crítica sobre su generación se ha extendido fuera del ámbito de lo privado para abordar las consecuencias de la política en lo personal.

 En ello coincide con otras cineastas jóvenes como Carla Simón, Pilar Palomero y Lucía Alemany que, con Verano 1996, Las Niñas y La Inocencia respectivamente hacen un retrato sentimental de la España de su infancia centrada en sus familias como sujetos políticos. En estas cuatro películas, sus autores asumen su vivencia personal con el entorno sociopolítico, en teoría de un país completamente democrático, pero de hecho, muy lejos de serlo en la realidad.

Estas películas rezuman estupor y sorpresa ante el yugo que aceptan sus mayores o una parte de ellos. El miedo, el machismo, la pobreza y la represión ambiental de los años 90 queda perfectamente retratada en estas obras y sus autores lo asumen en un acto de madurez artística, vital y política. La generación millennial ha sido profusamente denostada  por su ombliguismo, pero, como siempre, las historias que perduran son aquellas, que como decía Rafael Sánchez Ferlosio, son las que nos llevan «del yo al nosotros».