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julio 8, 2021
Libertad. Adolescencia y clase social
8
julio
2021

Clara Roquet es la única cineasta española con un largometraje seleccionado en esta edición de Cannes. Tal y como pasó en 2018 con Carmen y Lola de Arantxa Echevarría, ya ha conseguido lo imposible: levantar enormes expectativas con su ópera prima y colocarse en un territorio de inapelable aprobación artística que solo otorga este certamen. Libertad es el nombre de una adolescente colombiana (Nicolle García), la hija de la empleada interna de una familia de la alta burguesía catalana que remueve los sentimientos estancados de los adultos y despierta en la primogénita de la casa la conciencia de clase.

Roquet -coguionista de 10.000 kilómetros (2014), Los días que vendrán (2019) y  Petra (2018) – debuta en la dirección con una historia intimista y universal, que esquiva los tópicos de las clases sociales y la infancia. La suya es una narración política y sensorial: desde los ojos de la niña burguesa (María Morera) asistimos al terremoto emocional que le produce la airada llegada de la hija de la cuidadora colombiana de su abuela (Vicky Peña). Sensualidad, miedo, hiperprotección y conciencia repentina de sus privilegios son administrados por Roquet con pulso sereno y enfoques angulosos.

No hay nada nuevo en Libertad, y sin embargo todo tiene una frescura deliciosa. Roma (2018) de Cuarón o Una Segunda madre (2015) de Anna Muylaert son películas que entran en el mismo territorio de Libertad, que amplia el recorrido de los sentimientos ambivalentes de la pequeña burguesa, que va tomando partido y posiciones a medida que la vida se pone cuesta arriba.

Libertad es una historia desde los bordes: desde las fronteras sentimentales del transito de la infancia a la adolescencia, y también, desde la toma de conciencia del derrumbamiento del mito familiar: la abuela senil no sabe si quiere más a la cuidadora que a su propia hija, el divorcio, el desprecio de clase y el exquisito racismo de los padres bienpensantes.

Tan solo chirría el castellano como lengua única de la familia, no solo con la abuela, sino entre el personaje de Nora Navas con sus hijas y hermanos. El cine reciente catalán no ha tenido miedo a mostrar el uso de los idiomas como marcador de clase social. El uso del castellano en todos los personajes hurta de realidad las diferencias sociales y desdén que suscita.