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julio 9, 2021
Matt Damon, un currante desubicado en Stillwater
9
julio
2021

Glamour y currantes precarios. Es la propuesta de hoy en el festival de Cannes donde coinciden dos películas sobre la indefensión de la clase trabajadora, ya sea en Estados Unidos o en Francia. Matt Damon, con su porte de americano amable, ha levantado las pasiones de las que se nutre Cannes: sonrisas, smoking y un poco de reflexión política, pero sin pasarnos. Hoy ha presentado Stillwater de Tom Mc Carthy, director de Spotlight (2015) y The Visitor (2007), la historia de un obrero de la construcción de un pueblo de Oklahoma – la América profunda de Trump- que viaja a Marsella para ayudar a su hija acusada de asesinato y presa en una cárcel francesa.

Con el aroma de la desesperación de Jack Lemmon en Desaparecido (1982), Damon se presenta en una cárcel de Marsella como el que viaja a Marte. Un currante americano, con su gorra y sus fronteras pueblerinas, no entiende por qué nadie hace el mínimo esfuerzo por entenderle. Hasta que humilla y empieza a ser él, el que se acerca a los demás pidiendo árnica a una madre sola y su niña que suavizan (y americanizan) la dureza de la historia.

Stillwater arranca con un tono desabrido y seco, que plantea la muralla judicial internacional que padecen los pobres. Es impresionante el trabajo físico de Matt Damon, primero construyendo al americano del interior con todos sus tics – desde el tamaño, la ropa y los movimientos – y luego la desubicación en las obras de Marsella donde acaba instalándose para luchar por la inocencia de su hija, una joven lesbiana que jamás se ha sentido apoyada por su padre y que interpreta con solvencia y dureza la actriz que despuntó en Pequeña Miss Sunshine, Abigail Breslin.

La prensa americana en Cannes ha recibido Stillwater con un leve sonrojo al descubrir cómo se les percibe fuera de sus fronteras. Su problema es que la historia tiene muchas capas, demasiadas. Porque se queda en una contundente presentación de este cowboy urbano en Marsella, pero en lugar de tomar el tortuoso camino del realismo, Mc Carthy se escora hacía el cuento de hadas de amor romántico y familia feliz. Es una decisión que enfoca el relato hacia la esperanza y también a que la taquilla la reciba con más alegría, pero se ha dejado en el camino la posibilidad de una películas más profunda, con mayor vuelo, más autoral.